En 2024, autoridades del Ayuntamiento de Veracruz iniciaron un proyecto de rescate integral del Centro Histórico de esta ciudad, mismo que, acompañado desde entonces por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha permitido localizar diversos contextos arqueológicos, que permitirán reconstruir con detalle más de cinco siglos de historia y vida cotidiana.
El alcance del salvamento arqueológico es amplio, toda vez que traza una vía paralela de 970 y 971 metros lineales sobre las avenidas Independencia y 5 de Mayo, respectivamente; arterias que atraviesan de noroeste a sureste el primer cuadro de la urbe, desde la calle José Montesinos hasta Ignacio López Rayón.

Al brindar un balance del proyecto, su titular, Judith Hernández Aranda, arqueóloga adscrita al Centro INAH Veracruz, explica que los frentes de excavación que se han abierto para supervisar las obras -de sustitución de drenaje sanitario y pluvial, líneas de agua potable e infraestructura eléctrica, de comunicación y fibra óptica- son asomos al devenir de la ciudad, entre los siglos XVI y XXI.
Si bien, explica, Veracruz tuvo su tercer asentamiento al margen del río Huitzilapan, en la comunidad conocida como La Antigua –que recién fue declarada Zona de Monumentos Históricos, por la presidenta Claudia Sheinbaum–, se mudó a su ubicación actual a finales del siglo XVI e inicios del XVII; en las excavaciones arqueológicas se ha recuperado cerámica que denota una intensa ocupación en los terrenos cercanos a la plaza principal, desde inicios del contacto hispano.
En abril pasado, como parte del salvamento en cuestión, se localizaron restos arquitectónicos, entre las calles 5 de Mayo y Constitución, a la altura del Templo de Nuestra Señora de los Dolores, conocido como La Pastora, que corresponden a una parte de la cimentación de los muros que custodiaban la Puerta de México.

Cabe recordar que, durante la época virreinal y parte del siglo XIX, la ciudad de Veracruz estuvo amurallada y solo se podía ingresar a ella por mar o mediante un reducido número de accesos terrestres, como el citado, cuyo nombre alude a que era la puerta a la que acudían quienes tomaban rumbo a la Ciudad de México.
En 1880, inició un proyecto de urbanización que reordenó el trazo del puerto. La muralla fue derribada, sus piedras vendidas a particulares y sus restos aplanados para construir, sobre ellos, las nuevas vialidades. Luego, durante las décadas de 1900 y 1940, las calles de Veracruz fueron renovadas en sus drenajes y servicios públicos, de forma similar a como se trabajan actualmente. Así, los arqueólogos y sus colaboradores exploran todos esos momentos de modificación urbana, de los que prácticamente solo quedan cimentaciones.
Fragmentos que cuentan historias
A pesar de que no se han encontrado piezas completas, sino solo fragmentos de vidrio, cerámica, hueso y otros materiales que la gente tiraba como basura, Hernández Aranda explica que la importancia de cada tiesto está en que permite conocer aspectos como: pautas de comercio, costumbres, gustos y hábitos de consumo, la procedencia de los productos e, incluso, cambios tecnológicos.

“Los arqueólogos estudiamos, analizamos e interpretamos los vestigios de cultura material y sus contextos, incluidos mapas, planos y textos. Por ejemplo, a través de las características formales, funcionales y las técnicas de manufactura detectadas en un pedazo de cerámica, se puede saber dónde y cuándo fue elaborada. Algo tan común como la basura, asoma a las prácticas cotidianas de un pueblo”.
En este sentido, otro hallazgo relevante se registró en días pasados, cuando una zanja excavada en la avenida 5 de Mayo, entre las calles Ocampo e Ignacio López Rayón, reveló restos de muros y de una cimentación que habrían pertenecido a los cuarteles y una prisión militar que, en época virreinal, conectaban con la muralla.
El proceso de levantamiento de la carpeta asfáltica también sacó a la luz diversos niveles de piso acumulados por el tiempo. Resalta una capa de escombro compactado, de inicios del siglo XX, bajo la cual se localizaron fragmentos de metacarpos de bovinos, a 43 y 63 centímetros de profundidad, desde el nivel de la calle. Los huesos fueron fracturados a la mitad, de manera intencional, para que sus diáfisis -parte media de los huesos largos- quedaran astilladas en formas de pico, a fin de que pudieran clavarse en el suelo.
Según la arqueóloga, la manera en que colocaron los huesos indica que buscaron tener una superficie plana, resistente y permeable, que estabilizara el sustrato y facilitara la absorción de lluvia, en lo que pudo ser un patio de un cuartel.
Siglos atrás, la piedra no abundaba como elemento constructivo en Veracruz, de allí que, a menudo, partes de animales que no eran para consumo humano se emplearan como material de relleno, pues podían obtenerse fácilmente del ganado bovino y vacuno que alimentaba a las milicias y los trabajadores de las obras de fortificación. En otras partes de la ciudad actual, como en el edificio La Galatea, en la Plaza de Armas y el Fuerte de San Juan de Ulúa, se han encontrado huesos de patas y cráneos de tales animales, también como parte de sistemas constructivos.
Los materiales recuperados en este salvamento se resguardan en la Ceramoteca del Centro INAH Veracruz, donde son limpiados, marcados y clasificados en bases de datos, a fin de que, con su preservación y análisis, se contribuya al conocimiento sobre la rica historia de Veracruz.
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