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viernes, junio 13, 2025

Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio

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Es poco sabido que existió el proyecto de crear un museo dedicado al Segundo Imperio, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec. En 1916, el primer jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, instruyó reunir los remanentes materiales de la fallida aventura imperial. Su homicidio, en 1920, siendo presidente de México, trastocó la consolidación de esa empresa; no obstante, heredó valiosos testimonios de ese periodo al que se convertiría en el Museo Nacional de Historia (MNH).

A partir de dos pianos que pertenecieron al emperador Maximiliano de Habsburgo y a su esposa Carlota, los cuales pueden admirarse en la Sala de Música del recinto, el historiador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Axayácatl Gutiérrez Ramos, aborda la cruzada que emprendió el gobierno de México para recuperar los materiales dispersos del Segundo Imperio.

Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio
Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio

Al desmoronarse el gobierno de Maximiliano, explica, los objetos que pertenecieron o estuvieron ligados al mismo y, sobre todo, al emperador y la emperatriz, se dispersaron a manos de allegados al malogrado régimen, así como de vendedores, oportunistas e, incluso, saqueadores.

Efectos personales de la pareja imperial, como alhajas, vestuario, enseres domésticos, mobiliario, documentos y mechones de las barbas del emperador, que le fueron cortadas después de su fusilamiento, así como pañuelos empapados de su sangre, fueron adquiridos e intercambiados de forma vertiginosa.

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Algunos de los objetos se salvaron de la dispersión, al quedar olvidados en dependencias como Palacio Nacional y el mismo Castillo de Chapultepec, tal es el caso de la vajilla de plata Christofle, que fue parte del menaje que Eugenia de Montijo, aristócrata española y esposa de Napoleón III, emperador de Francia y patrocinador de ese gobierno, les obsequiara antes de su partida a México.

Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio
Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio

El responsable de la curaduría de Mobiliario y Enseres Domésticos del MNH señala que tras la etapa más virulenta de la nueva República y amainados los ánimos, comenzó un lento y constante proceso para reunir trofeos de guerra, testimonios históricos y reliquias del periodo, conservados mediante herencias familiares, así como por coleccionistas, partidarios nostálgicos del imperio y anticuarios.

Más tarde, en plena época revolucionaria, Carranza instruyó a su antiguo asesor y futuro subsecretario, encargado del Despacho de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, Félix F. Palavicini, “acopiar todo lo que hubiese del Segundo Imperio”, con la guía de José Luis Blasio y Prieto, quien fue secretario particular de Maximiliano y autor del libro Maximiliano íntimo (1905), sobre sus memorias al lado del emperador.

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El proyecto del museo como tal, recayó en Antonio Cortés Vázquez, investigador del antiguo Museo Nacional (que se ubicaba en la calle Moneda, próximo a Palacio Nacional), cuyo director por esa época era Luis Castillo Ledón.

Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio
Los pianos de Maximiliano y Carlota, testimonios del frustrado Museo del Segundo Imperio

“En la curaduría de Mobiliario y Enseres Domésticos, donde tenemos la colección de instrumentos musicales, encontramos algunos testimonios de que existieron otros pianos que, se dice, también pertenecieron a la pareja imperial. El hecho es que los dos pianos que tenemos aquí, sin duda, les pertenecieron. Su posesión por parte del gobierno tiene una historia propia”.

Gutiérrez Ramos relata que el piano francés de Maximiliano, un Collard & Collard, fue confiscado al señor Carlos Neumaier, en 1938. Según su decir, el instrumento fue dado a una de las damas de compañía de la emperatriz, quien lo pasó a un familiar y éste, a su vez, a un hijo, quien lo exhibía en su casa de la colonia del Valle, donde fue requisado. Después de una dura batalla legal, se llegó a un acuerdo monetario para que quedará en manos del Estado mexicano, como parte de su patrimonio histórico.

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En tanto, el piano Herz Neven, con aplicaciones de bronce, que se exhibe en el mismo lugar, perteneció a la emperatriz Carlota. Llegó al antiguo Museo Nacional en 1915, y le fue incautado al señor Manuel L. Riveroll, quien después demandó su devolución.

La batalla legal se prolongó por años, aun cuando el anticuario fue compensado con 3,500 pesos oro (aunque él había pagado esa cantidad en billetes, a María Elena Lizardi, cuando lo adquirió, en 1912). El pleito se zanjó en 1943, con el decreto del bien como monumento de carácter nacional.

Un año más tarde, en 1994, por fin, ambos instrumentos se exhibieron juntos al inaugurarse el Museo Nacional de Historia. Aunque nunca se concretó la instalación en el Castillo de Chapultepec de un museo de la época del imperio, el recinto recuperó y recreó algunos espacios en el Alcázar.

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