Llegó el verano al Museo Paleontológico de Santa Lucía Quinametzin y con él, el equipo de investigadores que trabaja en registrar y estudiar la colección de fósiles resguardado en el Centro de Investigación Paleontológica Quinametzin (Cipaq), en el Estado de México, realizó un taller de educación patrimonial para el público infantil, que enseñó cómo actuar en caso de encontrar con un fósil en el campo.
Así ocurrió en Chile, en el verano de 2004, cuando Diego Suárez, de siete años, quien, en un cerro cercano a la localidad de Mallín Grande, en la región de Aysén, halló una roca que llamó su atención, se trataba de un hueso fosilizado. Gracias a su aviso, el fósil fue estudiado por 11 años, y se confirmó que se trataba de un nuevo dinosaurio del Jurásico, al que nombraron Chilesaurus diegosuarezi, que significa “el lagarto de Chile de Diego Suárez”, y hoy se puede apreciar en un museo.
“A través de la actividad Aprendiendo a registrar fósiles en campo, el Cipaq busca guiar en el proceder y enseñar a las infancias mexicanas en el tema, para evitar que se los lleven y se pierda toda la información asociada. Un proceder responsable frente a nuestro patrimonio paleontológico, nos habla del grado de educación patrimonial con la que nos manejamos frente a ellos”, explica la responsable académica del organismo, Felisa Aguilar Arellano.
Junto con el investigador Leonardo Hegel Mercado Millán, advierte que es común que en los museos haya cajas de arena donde se esconden réplicas de fósiles para que los niños los busquen, los excaven y desentierren. Desde la perspectiva del Cipaq, lo que se hace con este tipo de actividades es fomentar esta acción en un futuro no lejano y en un contexto real. El problema es que, desde el lugar que debería de enseñar a cuidar los fósiles y verlos como nuestro patrimonio, se promueve extraerlos por razones de coleccionismo o entretenimiento.
Por esta razón, explican, se vio la necesidad de enseñarle a niños y niñas cómo actuar, cómo registrarlo, por qué no hay que moverlos ni excavarlos, qué datos deben tomar en cuenta y a quién deben reportar los hallazgos fortuitos.
La actividad formó parte del curso de verano que impartió el Museo Paleontológico de Santa Lucía, basado en el programa “Divulgación a la mexicana de nuestro patrimonio paleontológico”, del Cipaq, que incluye el “Proyecto de educación patrimonial”, elaborado por Mercado Millán.
Asistieron 25 niñas y niños, de entre 4 y 13 años de edad, quienes, tras una charla informativa, reconocieron en el Cipaq réplicas de fósiles de mamut, impresiones de hojas y animales marinos que se estaban escondidas entre la tierra y rocas de la jardinera interior del inmueble. Una vez localizados, la primera pregunta fue: ¿Qué hacemos ahora que hemos encontrado un fósil?, a lo que respondieron con entusiasmo: “No lo movemos y tampoco lo excavamos, solo lo fotografiamos y reportamos”.
La actividad fue guiada por Felisa Aguilar, Omar Moreno, Leonardo Mercado y el estudiante de biología Rubén Bravo, quienes asesoraron sobre la información básica que debe tenerse para hacer el reporte a las autoridades correspondientes.
Entre los datos reunidos por las y los niños se encuentran, además de las diferentes fotografías tomadas con celular y con una escala improvisada, el lugar del hallazgo, las personas que lo encontraron, la fecha, características y el tipo de fósil, el estado de conservación y los posibles riesgos que lo amenazarían en un futuro inmediato.
El Cipaq invita a que otros espacios museísticos retomen la actividad, para intercambiar experiencias y, en conjunto, alcanzar un cambio de proceder de las personas cuando tengan enfrente algún tipo de patrimonio cultural o natural mueble.
Por último, como parte del proyecto de educación patrimonial, se diseña la segunda parte del taller, en el que se explicará qué sucede después del reporte del hallazgo, ya que, de acuerdo con los investigadores, no todos los fósiles se excavan ni se recolectan, pero sí se registran.
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