Tensión y más tensión, el hilo conductor es la promesa de exhibición de personajes antagónicos cometiendo delitos altamente escandalosos, lo necesario para provocar juicios sumarios. Si la justicia no llega, que fuenteovejuna se encargue.
Una pista más. La carpa está llena de propuestas escénicas. A diferencia del resto en la industria del entretenimiento, hubo una compañía nacional que no detuvo sus funciones por la pandemia, por el contrario, ésta le sirvió para realizar más montajes. Que los espectáculos sirvan para olvidar la realidad al alcance de nuestras ventanas.
De un lado, el show principal, Emilio, la historia de un exfuncionario cuyo camino se desvió ante los caprichos y la maldad de quienes lo obligaron a delinquir. Él nunca quiso hacer daño. Narrado con recursos literarios audaces: todo contado en primera persona, una que no vemos nunca. Suponemos que la está pasando mal, porque nos afirman que está detenido, pero nunca precisan las condiciones de su arresto domiciliario. Tensión y más tensión, el hilo conductor es la promesa de exhibición de personajes antagónicos cometiendo delitos altamente escandalosos, lo necesario para provocar juicios sumarios. Si la justicia no llega, que Fuenteovejuna se encargue.
En otra pista, una experiencia interactiva: La rifa, propuesta inmersiva. Los actores invitan al espectador a que forme parte del sorteo de un avión, pero le advierten en las letras chiquitas del boleto, que el ganador no se llevará un avión. Es una sátira del dispendio y los excesos.
El autor pretende subrayar el abuso de líderes del pasado, quienes optaron por gastar sin reparo alguno mientras el pueblo que los llevó al poder vivió entre injusticia y desigualdad. Aunque para ello, quien ironiza también decide gastar miles de pesos para realizar la falsa rifa, le adhiere un elemento omitido por los villanos de esta historia: sentido social. ¿Cómo podrá resistir el pueblo la tentación de participar en el magno evento si éste es para ayudar a su país, para contar con recursos que permitan comprar insumos médicos.
Y el último gran estreno: Eres tú, ¿Poncio Pilatos? Una historia sobre el presidente de un país que, a toda costa, busca llevar a la cárcel a quienes en el pasado le hicieron tanto daño. Tras anunciar el combate a la corrupción, este líder se encarga de lanzar anzuelos, incluso de explícitamente trazar rutas.
No se trata sólo de incendiar, sino, además, de hábilmente señalar la dirección del fuego: la Suprema Corte será quién decida la consulta en la que, libremente, los ciudadanos votarían por enjuiciar a expresidentes; los legisladores serían los encargados de aprobar el procedimiento, aunque mejor, sugiere, es que se cuente con el respaldo de al menos 500 mil firmas, todas de ese pueblo tan agraviado y al que ha sabido hablarle, al que ha sabido cantarle cual sirena. Pero todo es sí y sólo sí los ciudadanos quieren.
¿Quién es él para enjuiciar? ¿Quién para ordenar? ¿Quién para trazar ruta? Las suyas son sólo ideas, porque de él nada depende. Él, incluso, ya perdonó.
La entrada a cualquier show es gratuita. Una economía que cae casi 20 puntos en tres meses, no está para cobrar boleto. Los escenarios están montados, los actores listos, que a toda costa hay que evitar que el telón baje y las luces se enciendan para permitirnos ver la realidad.